Son muchas las ideas que circulan sobre la Personalidad, algunas acertadas y otras no tanto. Normalmente se concibe la personalidad como la “forma de ser” que caracteriza a la persona, como una especie de “esencia” interna que diferencia a la persona de otras y le hace ser único. Se le suele atribuir además un carácter innato, razón por la cual se considera difícil de modificar, llegando esta creencia en ocasiones a justificar ciertos comportamientos o la ausencia de cambio de los mismos: “Soy así, no puedo evitarlo”. Pero… ¿Qué es realmente la personalidad desde el conocimiento psicológico? ¿Es realmente algo innato? ¿Se puede cambiar la «forma de ser»?
¿Qué es la Personalidad desde el punto de vista psicológico?
Estaríamos de acuerdo en que la Personalidad hace referencia al “modo de ser” de cada persona, es decir, aludimos a una serie de patrones de comportamiento relativamente estables que tienden a desplegarse ante una gran diversidad de situaciones (Ej. Aquel caracterizado por ser extrovertido, lo tenderá a ser en prácticamente todas las situaciones). Esta estabilidad en la forma de actuar permite hacer relativamente predecible el comportamiento de una persona concreta en base al conocimiento de cómo suele comportarse en situaciones similares. Nosotros y nuestros conocidos podríamos «pronosticar» cómo es probable que actuemos o actúen en según qué situación. No obstante, el que existan en nuestro repertorio patrones de comportamiento relativamente estables no quiere decir que 1) Dichas tendencias o patrones sean innatos, 2) Que éstos determinen de forma inamovible nuestra conducta en cualquier situación y 3) Que no puedan ser modificados.
Clarificando la noción de Personalidad…
Expliquemos uno a uno los puntos anteriores:
1) La Personalidad no es innata: Venimos al mundo con un repertorio de reflejos muy básicos a partir del cual empezamos a interactuar con el entorno y a desarrollar patrones de conducta cada vez más complejos. Por ejemplo, desarrollamos la habilidad de coger objetos, gatear, andar… y así ir conociendo el mundo. Aprendemos que si lloramos o llamamos a «mamá» vendrá en nuestra ayuda…En definitiva, vamos aprendiendo qué consecuencias tienen nuestros actos y a manejarnos en el mundo de manera que nos resulta útil y beneficiosa. A lo largo del desarrollo las conductas que vamos incorporando a nuestro repertorio son cada vez más elaboradas, incluyéndose tanto conductas motoras observables, como creencias y modos de pensar, formas de sentir, reaccionar, emocionarse… Todas ellas son producto de los aprendizajes que tienen lugar en nuestra interacción con el entorno. Innatos sólo serían esos reflejos básicos iniciales, a partir de ahí, lo demás es aprendido y lo que aprendamos y lo que no, vendrá determinado por el tipo de experiencias y estimulación a que estemos expuestos: aprendizaje por experiencia directa, aprendizaje por observación de otros modelos, aprendizaje a través de la información que nos transmiten otras personas.
2) La Personalidad no determina nuestro comportamiento: A lo largo de nuestra vida vamos confeccionando lo que se denomina “Historia de Aprendizaje”. Ésta alude a todos aquellos comportamientos que hemos ido incorporando a nuestro repertorio como resultado de habernos encontrado en situaciones que nos han permitido aprender esas maneras de actuar, sentir, pensar y reaccionar porque han resultado útiles, exitosas y positivas. Lo que nos es útil lo incorporamos a nuestro repertorio y lo que no nos ayuda, lo desechamos (aunque bien es cierto que esto tiene algunos matices). Incluso aquellas conductas o maneras de pensar que a otros les pudieran resultar inadecuadas o contraproducentes, podrían resultar funcionales o haberlo resultado en el pasado para una persona y por ello podrían mantenerse en su repertorio, incluso pese a que ya no sean tan beneficiosas (o incluso sean problemáticas).
Hay que entender que el repertorio de conductas de cada persona es único y responde a su historia de aprendizaje también única. Algunas cosas aprendidas en el pasado porque ayudaron a la persona a funcionar en su entorno, podrían mantenerse hoy pese a que ya no sean tan útiles. A este mantenimiento puede contribuir el efecto de consolidación fruto de la repetición a lo largo del tiempo de ciertas conductas o formas de pensar, que hace que se asiente fuertemente en nuestro repertorio, permitiéndonos hablar de estabilidad de la personalidad.
Cuando una conducta demuestra ser útil en cierta situación, también puede ser aplicada en situaciones similares (proceso de generalización del aprendizaje). Si sigue mostrando utilidad vamos ampliando el uso de esa conducta y nuevos estímulos y situaciones funcionarán como desencadenantes (Ej. Si actuar de forma sociable nos reporta mayor atención y atractivo social seguiremos actuando de este modo y podemos descubrir que este mismo patrón puede resultarnos útil a la hora de conseguir pareja o de hacer negocios). Cuanto más se repitan ciertos comportamiento (acciones, ideas, creencias, respuestas emocionales…) más se consolidarán y más resistentes serán a la modificación, aunque esta afirmación tiene sus matices, ya que en esto intervienen también otras variables (Ej. si la conducta ha sido útil en todas las ocasiones o sólo en algunas, si actualmente sigue siendo útil, si la persona tiene alguna motivación para el cambio, si han cambiado las circunstancias del entorno en el que se mostraba esa conducta…)
El que un patrón haya resultado ventajoso en situaciones concretas, no quiere decir que determine nuestra conducta en otras situaciones diferentes. Lo único que quiere decir es que cuando una conducta ha sido beneficiosa aumenta la probabilidad de que se utilice o se emita en las mismas circunstancias o en parecidas, pero no porque estemos determinados a ello, sino porque HEMOS APRENDIDO que es ventajosa. Esto explica que recurramos con mayor facilidad a conductas ya asentadas en lugar de probar otros comportamientos o formas de pensar o interpretar nuevas. Como consecuencia, lo más probable es que los viejos hábitos de conducta se sigan consolidando, conformándose lo que llamamos Personalidad. No obstante, si quisiéramos podríamos poner a prueba otros modos de actuar, reaccionar o pensar ante las situaciones sin necesidad de “atarnos” a nuestra historia de aprendizaje pasada.
3) La Personalidad puede ser modificada: Según lo que venimos hablando, podemos asumir que, en tanto que los patrones estables que caracterizan nuestra Personalidad son aprendidos, también podrían ser modificados. No tenemos por qué sentirnos determinados a comportarnos como lo hemos venido haciendo hasta ahora, y más si no lo deseamos. Nosotros tenemos la capacidad de decidir cómo queremos comportarnos sin necesidad de “atarnos” a nuestra historia de aprendizaje previa. La capacidad de aprendizaje y por tanto, la capacidad de cambio de las personas es enorme. La historia de aprendizaje previa no nos determina, solo hace más probables ciertas conductas, y por tanto, más difícil el cambio, pero sólo es eso: Dificultad, no imposibilidad. El error sería ampararnos en que algo «Forma parte de nuestra Personalidad» para justificar nuestros actos o excusarnos por no intentar un cambio.
Igual que nos justificamos nosotros, también recurrimos a veces a los “rasgos de personalidad” para justificar o a pasar por alto ciertas conductas de los otros, en base a que “él/ella es así”, “es su manera de ser”. Esto contribuye a que esos patrones de conducta se sigan consolidando y asentando cada vez más sin que la persona o nosotros mismos (si es el caso) nos veamos en la necesidad de realizar ningún cambio.
¿Por qué cuesta tanto cambiar?
Muchas veces lo que explica que no cambiemos algo de nosotros que no nos gusta o que molesta al entorno es que asumimos esa idea errónea de que la personalidad es innata y no se puede cambiar. Otras veces nos disuade el esfuerzo que implica dicho cambio. Encontramos más ventajoso continuar comportándonos como hasta ahora, incluso a pesar de la contrapartida negativa de esos comportamientos; y es que, muchas veces esa parte negativa es pasajera, fácilmente se nos olvida o no es lo suficientemente relevante para motivarnos a cambiar seriamente. A veces preferimos lo malo conocido…
Si queremos podemos conseguir “deshabituarnos” de viejos hábitos de conducta o pensamiento. Esto pasa por poner a prueba otro tipo de actuaciones o de interpretaciones alternativas ante las situaciones en las que solíamos recurrir a los patrones anteriores. No será fácil, ya que los comportamientos más asentados aparecerán de manera casi automática, pero con la práctica y repetición, los nuevos patrones de actuación y pensamiento podrán sustituir a los antiguos. Recordemos que muchas veces el cambio surge de que lo antiguo ya no nos es útil ni deseable, por lo que lo nuevo probablemente resulte ahora más satisfactorio, y por tanto, será «reforzado».
La Personalidad no nos limita, sino que «PERSONALIDAD» es tan solo un término, una etiqueta descriptiva que utilizamos para aludir a un conjunto de comportamientos relativamente estables y que son producto de la historia de aprendizaje previa. De igual modo que ninguno de nosotros somos idénticos a quienes éramos hace años, sino que hemos evolucionado y modificado muchos aspectos de nuestra manera de actuar y de pensar, tampoco seremos los mismos en el futuro. El grado de cambio ya dependerá de nosotros y de las experiencias que nos depare la vida. Es probable que en el futuro quede en nuestro repertorio mucho de nuestra experiencia pasada, pero otras muchas cosas serán modificadas.
Post Relacionados:
¿Cómo se configura la «Personalidad»?
¿Es posible cambiar nuestra manera de ser?
Muy bien explicado Miriam. De hecho, el error del conductismo metodológico es precisamente concluir o inferir «rasgos» o «constructos» abstractos, supuestamente internos, por medio de muestras de conducta observables. Sin embargo, se concluye que alguien es optimista, por ejemplo, por lo que hace y/o dice, y uno puede cambiar lo que hace y/o dice, por lo que puede aprender a ser optimista o pesimista. Es más, no existe otra forma de saber «cómo es alguien» que escuchándolo, observándolo o leyendo sus respuestas. Es lo que, en definitiva, haría un «test de personalidad» (a través de las muestras de conducta, concluyen si alguien es de una forma u otra), aunque ya sabemos las limitaciones con las que cuentan. El problema está en que se cae en el error de concluir que la gente dice o hace algo «porque es pesimista u optimista», cuando en realidad no hay nada «dentro» (en nuestras radiografías no saldría ese pesimismo u optimismo, ni tampoco se han encontrado los genes relacionados).
Efectivamente Gala, como tu muy bien has explicado, etiquetas como “Autoestima”, “Optimismo”, “Personalidad” nos sirven para aludir a constructos que son el resumen de un conjunto de conductas, pero es precisamente porque esas conductas están presentes en el repertorio de conductas de la persona por lo que podemos aplicar precisamente dichas etiquetas o constructos para describir a la persona. El uso de las mismas tiene ciertas ventajas pues nos permite a todos más o menos hacernos una idea de qué estamos hablando (todos nos podemos imaginar a qué nos referimos cuando decimos que una persona es optimista o tiene baja autoestima), no obstante, no nos dicen nada acerca de los comportamientos concretos por los que se aplica dicha etiqueta a una persona. La labor de los psicólogos, como especialistas en el análisis del comportamiento,sería especificar de qué estamos hablando cuando decimos que alguien es «pesimista» o a qué se refiere una persona que acude a terapia diciendo que tiene “baja autoestima” o que quiere cambiar “su forma de ser» o su «personalidad”.
Pingback: Lo más visitado del blog en 2011 | Miriam Rocha Díaz
Pingback: Lo más visto del blog en 2012 | Miriam Rocha Díaz
Pingback: ¿Cómo se configura la “Personalidad”? | Miriam Rocha Díaz