Los Problemas Psicológicos
Cuando hablamos de Problemas Psicológicos estamos refiriéndonos a problemas o trastornos de la conducta, es decir, a cambios en el modo de comportarnos (actuar, pensar, sentir ante las cosas) que surgen en la interacción de la persona con su medio, con las circunstancias que le rodean, y que afectan a su bienestar y a su correcta adaptación. Estos problemas serían por tanto aprendidos, en tanto que no están presentes de manera innata en nosotros. Surgen o se van desarrollando en un momento en que la persona no cuenta con estrategias o habilidades, previamente aprendidas, para hacer frente a las circunstancias que en ese momento son causa de malestar o dificultad, o cuando el uso que hace de ciertas estrategias, resulta sin embargo inadecuado para afrontar los problemas. En estos casos el afrontamiento es ineficaz y a veces perjudicial, pudiendo provocar la aparición o el agravamiento de los problemas, pues no siempre afrontamos las cosas de la manera más beneficiosa para nosotros.
En el intento de afrontar y adaptarnos a las demandas del contexto, nuestra conducta puede verse alterada de manera que nos termine generando sufrimiento y malestar y termine repercutiendo en las diferentes áreas cotidianas (área laboral, social, personal, académica, de pareja, familiar…). Cuando se llega a este punto en el que la conducta no es adaptativa (no nos permite vivir en armonía con nuestro entorno) es cuando podemos hablar de la existencia de un Problema Psicológico: Hay algo que nos está haciendo sufrir, nos desasosiega, nos intranquiliza, nos provoca ansiedad, nos enfada, nos hace estar tristes… pero no sabemos qué hacer para cambiar esto y lo que hasta ahora hemos hecho no ha solucionado el problema (incluso puede haberlo agravado).
Cada caso es único
Cuando aparece un problema, la conducta de la persona se puede ver alterada en sus diferentes componentes: el modo en que actuamos (conducta motora), el modo en que pensamos (conducta cognitiva), el modo en que nos sentimos o nos emocionamos (respuestas emocionales) y el modo en que reaccionamos a nivel psicofisiológico. El grado de alteración de los diferentes componentes depende de la persona, del tipo de factores que originen y mantengan el problema y sobre todo, del tipo de afrontamiento que esté haciendo. En este sentido, puede haber personas que ante una situación que genera preocupación se muestren más alterados a nivel motor, hablando muy alto por ejemplo, moviéndose constantemente, reaccionando con agresividad e irascibilidad ante preguntas o actuaciones de otros; otras personas pueden tender a darle muchas vueltas a los problemas, generándoles esto aún más preocupación y sensación de malestar y tensión; en otros casos la persona puede experimentar reacciones psicofisiológicas como tensión muscular, malestar digestivo, alteraciones del sueño… que son características de los estados de tensión y nerviosismo. Todas estas alteraciones comportamentales se mezclaran de manera específica y diferente en cada persona formando un entramado único al que llamaremos “Problema Psicológico”. Por tanto el Problema Psicológico es específico de cada persona en el sentido de que puede ser generado por circunstancias vitales diferentes y puede generar alteraciones diferentes y en diferente grado en cada componente conductual.
Lo anterior hace que las características del problema deban ser analizadas en cada caso para poder tener una comprensión global del mismo y poder adaptar la intervención a las necesidades de cada persona. Por estos motivos, de nada sirve etiquetar los problemas que llevan a las personas a iniciar una terapia con nombres como “Depresión”, “Ansiedad”, “Estrés”, “Insatisfacción con la vida”. Estas etiquetas nos pueden ayudar a resumir a rasgos generales de qué se trata el problema, pero para entender realmente qué circunstancias rodean a la persona, qué ha podido generar el problema, cómo se manifiesta éste en la conducta (es decir, de qué manera se está viendo alterada la actuación de la persona, su modo de pensar, su respuesta emocional, sus respuestas fisiológicas), qué se está haciendo para afrontarlo…, hay que realizar un análisis más específico. Este análisis, al que los psicólogos denominamos Análisis Funcional y que tiene lugar durante la fase de evaluación, permitirá establecer las características del caso y las diferencias con otros casos. De esta manera nos daremos cuenta, por ejemplo, que no todos los casos de “Depresión” son iguales pues ni las causas ni el modo en que la persona se ve afectada es similar, al igual que tampoco lo son el resto de problemas, pese a poder recibir una misma denominación.
Intervención Psicológica diseñada a medida
El Análisis Funcional permitirá también diseñar el proceso de intervención y seleccionar aquellas técnicas y estrategias que resultarán más adecuadas en cada caso. En este sentido, la Intervención Psicológica se diferencia de cualquier otro intento de intervención y de ayuda en que se trata de una intervención profesional que aplica los conocimientos de la Psicología y de los principios de aprendizaje para analizar y resolver los problemas de comportamiento de las personas. Para ello el psicólogo describe los problemas que traen a la persona a sesión en términos de aprendizaje, esto es, explicándolos en función de las circunstancias del entorno que los han hecho emerger y no en función de características internas o innatas. Los problemas psicológicos se desarrollan a partir de las circunstancias de la vida cotidiana y del afrontamiento que la persona realiza ante ellas. Se parte de la base de que las alteraciones que haya podido sufrir el comportamiento de la persona (su actuación, pensamientos, emociones) son en respuesta a las condiciones ambientales que le rodean y lo que hace el psicólogo es establecer relaciones entre las acciones, los pensamientos y las reacciones emocionales de la persona y los estímulos del medio que las desencadenan y las suceden; es decir: Cómo actúa la persona ante qué circunstancias y qué consecuencias resultan de dicha forma de afrontar. El siguiente paso será alterar dichas relaciones introduciendo cambios tanto en la conducta como en el ambiente (según el caso requiera) para así producir modificaciones en las conductas problemáticas y finalmente resolver el problema y poner fin al malestar. Pero… ¿Cómo lograr estos cambios en la conducta y/o el ambiente? Por supuesto nada se podrá hacer si no se cuenta con la participación de la/s persona/s interesadas en el cambio. Es por ello por lo que decimos que la persona que acude a Terapia Psicológica tiene un papel ACTIVO.
Sujeto Activo versus “paciente”
Puesto que los problemas psicológicos son problemas del comportamiento y el comportamiento de las personas es aprendido en su interacción con el medio que les rodea, el cambio de comportamiento también supone un proceso de aprendizaje. Cuando una persona viene a Terapia el psicólogo analiza el caso y diseña nuevas condiciones de aprendizaje para que los comportamientos problemáticos puedan ser modificados y se aprendan en su lugar estrategias de afrontamiento más adecuadas. Para generar las nuevas condiciones de aprendizaje y para que el aprendizaje de conductas alternativas a las problemáticas pueda tener lugar es necesaria la participación activa del interesado.
En el caso de la Terapia Psicológica la persona que solicita la intervención no es un mero receptor pasivo, como lo podría ser aquel que solicita una pastilla al psiquiatra o al médico de cabecera, sino que se requiere de él un papel activo y comprometido con la terapia, algo que será indispensable para poner en práctica las Técnicas de Intervención Psicológica y que éstas tengan efecto.
Hablamos de “Cliente” en lugar de “paciente”
Los psicólogos, y sobre todo aquellos que trabajamos en el ámbito privado, preferimos hablar de Cliente en lugar de paciente cuando nos referimos al receptor de un tratamiento. Las razones, además de las ya aludidas, son las siguientes:
- La relación que se establece entre el Psicólogo y la persona que paga la intervención es profesional y contractual. El cliente paga por un servicio (en este caso una atención psicológica) a un profesional.
- El cliente es la persona que acude en busca de ayuda (para él o para otra persona) porque ha detectado la existencia de un problema que no sabe solucionar por sí mismo. Es la que hace la demanda de ayuda a un profesional y aquel que paga la intervención. Pero no es siempre la persona que recibirá el tratamiento. Por ejemplo en el caso de los niños suelen ser los padres los que pagan la intervención y muchas veces es a través de ellos el modo de producir los cambios en el niño.
- El papel de la persona que quiere solucionar un problema debe ser activo y participativo (en lugar de «paciente») para lograr realizar modificaciones. De no ser así, la terapia probablemente fracasará.
- Será con la ayuda del cliente y del receptor del tratamiento cómo se fijarán los objetivos de intervención y tendrán siempre la última palabra sobre aquello que quieren modificar de su vida y de su comportamiento y aquello que no. En este sentido, el psicólogo utilizará sus conocimientos para ayudar a introducir modificaciones en aquello que la persona quiera y le hará sugerencias sobre aquellas cosas que le podrán ayudar a conseguir mejor esos cambios pero nunca podrá tratar de modificar algo que la persona no quiera (pues entre otras razones, sin su participación, el cambio será imposible).
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