La esperanza media de vida se ha venido incrementando desde hace siglos como consecuencia de las mejoras en la salud, alimentación y calidad de vida. Ello quiere decir que cada vez las personas vivimos más y en mejores condiciones. Los “mayores” (se considera “anciano” a toda persona por encima de los 65 años) de nuestra sociedad se conservan mejor, tienen más calidad de vida, se encuentran más activos socialmente… y también sexualmente.
Pese a la posible existencia de tabús al respecto, los estudios demuestran que muchas parejas estables de edad avanzada siguen manteniendo actividad sexual cuando sus condiciones de salud lo permiten. Así mismo, las personas de la tercera edad siguen experimentando deseo sexual (la existencia o no de deseo sexual a estas edades ha sido muy cuestionada, pero diversos estudios ponen de manifiesto la presencia de deseo en este momento vital). Debemos tener en cuenta que la diferenciación dentro del ciclo vital de un período denominado “Tercera Edad” y que el punto de inicio de éste período se sitúe a los 65 años vine establecido de manera arbitraria. Es cierto que “la vejez” o la “ancianidad” es una etapa vital que se corresponde con unos correlatos físicos y orgánicos (el hecho es que el cuerpo se va deteriorando progresivamente con la edad), pero el proceso de envejecimiento es muy heterogéneo y no se da de igual manera en unas personas que en otras. Es más, cada vez la variabilidad en el proceso de envejecimiento y en la calidad de éste es mayor entre unas personas y otras, y en ello influyen mucho los hábitos de vida que la persona ha venido manteniendo y mantiene a esas edades.
Lo que es importante entender es que al llegar a los 65 no se establece ningún corte abrupto con la vida anterior. No se trata de un momento a partir del cual se deja de ser “adulto” y se pasa a ser “anciano”, con todas las connotaciones (a veces negativas) que ello tiene asociado. Muchas veces esas connotaciones son el resultado del desconocimiento o la presencia de algunos sesgos sobre la capacidad de acción, autonomía y disfrute de las personas a partir de dicha edad. No podemos olvidar que, al fin y al cabo, el envejecimiento es un proceso y no una condición que llega de golpe y rompe con la vida anterior. Por ello, es natural que la mayoría de capacidades y hábitos que el adulto tiene se mantengan una vez superada la franja de los 65, sobre todo cuando dichas capacidades se siguen entrenando y practicando. Entre estas capacidades y hábitos nos encontramos el sexo y el deseo sexual. Si hasta ese momento se ha estado practicando, no hay razón para creer que se debe dejar de practicar, pese a la existencia de ciertos prejuicios que aún se mantienen a nivel social y que es preciso modificar. Ideas como: la vida sexual se acaba en la madurez, el sexo en la tercera edad puede ser algo inadecuado, mal visto, poco higiénico, no apropiado para la edad, o que puede acarrear problemas de salud…tienen aún mucho calado, pese a que las investigaciones en salud sexual durante la tercera edad, informan de datos contrarios. En este sentido, la investigación realizada por Adrienne Jackson y su equipo sostiene que las personas mayores de 65 años siguen activas sexualmente en una alta proporción (mayor de los que niegan tener relaciones) y que además, estas personas se sienten más felices a nivel general y en su situación matrimonial.
Jackson explica que muchas veces son las presiones externas las que influyen de manera negativa en la actividad sexual a edades avanzadas, produciendo una reducción en la frecuencia. En la misma línea, Francisca Molero, directora del Instituto de Sexología de Barcelona y vicepresidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología, apunta que «Socialmente no está aceptado que las mujeres y los hombres a partir de los 70 tengan relaciones sexuales”, y añade que “Cuando se quedan viudos o viudas, muchas veces es la propia familia la que les dificulta encontrar una pareja. No obstante, el hecho es que estas personas se siguen enamorándose y siguen teniendo deseo sexual»
Las necesidades fisiológicas y emocionales siguen manteniéndose una vez cumplidos los 65 y por muchos años más. El deseo sexual no desaparece a esas edades (aunque puedan experimentarse ciertas reducciones en la libido –deseo sexual- asociado a cambios hormonales, ingesta de fármacos o presencia de alguna patología física), y por tanto, las relaciones sexuales no tienen por qué desaparecer, aunque puedan verse modificadas en cuanto a su forma, el tiempo de duración, la frecuencia… todo dependiendo de la necesidades de la pareja. Investigadores del Centro de Salud y Envejecimiento de Australia Occidental, explicaron en un estudio publicado en Archives of Internal Medicine, que, si bien las personas mayores son menos propensas que los jóvenes a ser sexualmente activos, muchos siguen manteniendo relaciones a partir de la octava década de la vida, de manera que, aunque la actividad sexual disminuye con la edad, el interés por el sexo sigue presente en un gran número de personas en la tercera edad.
Lo que es claro es que aquello que se deja de usar “desaparece” o se elimina del repertorio de conductas y tanto el deseo sexual como el mantenimiento de relaciones sexuales también responden a esta máxima: Si se deja de practicar sexo, se dejará de tener ganas de practicarlo, pues se dejarán de experimentar los aspectos gratificantes del sexo, y al reducirse la asociación entre el sexo y las emociones y sensaciones positivas que produce, dejará también de experimentarse el deseo y las ganas de hacerlo. Por tanto, a medida que se deja de practicar, también se perderá el hábito. Pero esto no sucede sólo en la tercera edad, sino que también puede ocurrir en la juventud y en la edad adulta. Así que, como vemos, la edad no tiene por qué ser la causa que justifique directamente la pérdida del deseo o la reducción de las relaciones sexuales, sino que tienen más peso otros factores como los prejuicios sociales sobre el sexo en la tercera edad o posibles condiciones orgánicas asociadas al padecimiento de enfermedades o al consumo de fármacos (ej. parece que la presencia de diabetes o el consumo de antidepresivos provoca reducciones en la lívido, así como la reducción de los niveles de testosterona. En la mujer, la menopausia también puede provocar alguna alteración hormonal que altere la libido, pero en algunas mujeres el deseo se ve incluso aumentado después de la menopausia). Lo que parece claro es que también en lo relativo al deseo sexual y al mantenimiento de relaciones sexuales, la variabilidad es muy alta en personas de la tercera edad.
Relación entre sexo, felicidad y satisfacción con la pareja
Jackson y su equipo, en un estudio realizado con 238 sujetos casados de más de 65 años, han establecido relaciones entre la actividad sexual y la valoración subjetiva sobre la satisfacción con la vida y con la relación de pareja, pudiendo concluir que “la sexualidad a edades avanzadas es un indicador de felicidad”. De esta manera, aquellos matrimonios “mayores” que decían mantenerse sexualmente activos (fuera cual fuera el tipo de relación sexual que se mantuviera –sexo vaginal, anal, masturbación, juegos…-) decían encontrarse también más felices con su vida, y con su relación de pareja. En lo relativo al nivel de felicidad general, sólo el 40% de los que no tenían actividad sexual dijeron que eran muy felices con su vida, frente al 60 % de los que sí se mantenían activos sexualmente. En cuanto a la satisfacción marital, sólo el 59% del grupo no activo sexualmente decía encontrarse muy feliz con la pareja, frente al 80% de los matrimonios que mantenían sus relaciones íntimas. Para la autora, estos hallazgos son importantes de cara a realizar intervenciones en salud sexual con personas de la tercera edad, con el objetivo de incrementar su calidad de vida y su satisfacción general.
En apoyo a lo anterior, Molero, añade que la percepción de la salud por parte de los “mayores” activos, mejora cuando se preservan las relaciones íntimas y esto puede venir explicado porque las relaciones sexuales forman (o han formado hasta ese momento) una parte natural de la vida y una capacidad y necesidad más de la persona; por ello, su mantenimiento es sinónimo de mantenerse activo y “capaz”, y puede asociarse a la percepción de un buen estado de salud; mientras que la desaparición o reducción de las relaciones, puede ser vivido como un problema o percibirse como una reducción de las capacidades, una merma de la salud y un efecto colateral del envejecimiento, contra el que además no se puede hacer nada. No obstante, la persona tiene mucho que decir para que esto no ocurra.
Se pueden hacer muchas cosas para promover un envejecimiento activo y de calidad, que garantice al máximo el mantenimiento de nuestras capacidades y hábitos saludables previos y prevenga deterioros y disfunciones. La forma en que se desarrolle el proceso de deterioro natural vendrá determinado por el afrontamiento que hagamos del mismo: De lo que hagamos dependerá el curso de nuestro envejecimiento. “La función hace al órgano”, y en este sentido, todo aquello que sigamos practicando (cualquier conducta, hábito o capacidad), se mantendrá “vivo” en nuestro repertorio de conducta, mientras que todo aquello que dejemos de hacer, utilizar, aplicar, entrenar… se perderá. No hay razón para no continuar con lo que ha sido nuestra vida hasta ahora (en la medida en que nuestras circunstancias internas –enfermedades, algún tipo de discapacidad- y externas –circunstancias de nuestro entorno- lo permitan), sólo habrá que ir readaptándonos a las nuevas condiciones físicas y ambientales que se nos vayan presentando, sabiendo aceptar que el deterioro físico y orgánico es un hecho que forma parte del curso natural de la vida, pero que no deb
e limitarnos más allá de las dificultades reales que puedan aparecer: Es decir, no debemos ponernos nuestras propias trabas, asumiendo de partida que hay cosas que no resultan apropiadas según qué edad (ej. una de ellas podría ser el sexo), a menos que esas cosas supongan un problema real para la salud y no sean recomendables, pero al margen de eso, todo aquello que esté dentro de nuestras posibilidades y capacidades, podemos seguir haciéndolo, entrenándolo y así, manteniéndolo. Cuando algo se entrena, se fortalece y se consolida, por lo que perdura más tiempo en nuestro repertorio conductual y se hace más resistente a la desaparición.
Personas “Mayores” y Sexualidad
Como se ha mencionado, existen algunos prejuicios e ideas erróneas en relación a la práctica del sexo durante la tercera edad, aunque el hecho es que las personas mayores pueden seguir manteniendo sexo hasta edades muy avanzadas. La frecuencia de los contactos puede verse reducida, o puede alterarse el modo en que se mantienen esas relaciones (por ejemplo, más juegos y caricias), pero el hecho es que la actividad no tiene por qué desaparecer de la vida de las personas mayores, sobre todo cuando ambas partes de la pareja pueden permitírselo y así lo desean.
En este sentido, han resultado factores clave para el mantenimiento de las relaciones íntimas durante la ancianidad: 1) El tener una pareja capacitada y que muestre así mismo interés por las relaciones íntimas y 2) Que no existan problemas de salud que impidan o dificulten el mantenimiento de relaciones. Lo primero se puede prevenir haciendo un esfuerzo por no descuidar las relaciones íntimas, reservando un espacio para ellas, por el motivo que hemos visto: aquello que dejamos de practicar, desaparece; se termina perdiendo el interés por aquello que no se cuida. No obstante si las relaciones de pareja se cuidan y se mantienen, continuarán siendo gratificantes y por tanto, nos seguirán apeteciendo. Eso derivará en una mejor relación de pareja y en un mejor estado de salud física y psicológica. Lo segundo se puede prevenir manteniendo unos hábitos de vida saludable, que deben empezar a ser construidos lo antes posible: Cuanto más saludable sea nuestro estilo de vida y cuanto antes desarrollemos buenos hábitos de vida, mayor será nuestra probabilidad de llegar a la tercera edad con buena salud.
Pese a que la sexualidad en la tercera edad ha sido un tema bastante descuidado en el pasado, cada vez está cobrando mayor importancia y se están corrigiendo las ideas erróneas al respecto. Es posible consultar a profesionales y buscar ayuda para mejorar la interacción de la pareja a estas edades y tratar posibles problemas relacionados con la falta de deseo o de cualquier otro tipo.
la relacion sexual en personas de la tercera edad es muy normal y mas cuando existe el amor entre la pareja,lo que hay que motivar con criterio amplio es el deseo.
Yo así lo veo, como que es algo normal. Pero la mayoría de las personas califica de «cochinos» a la gente de la tercera edad que practica el sexo.
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el xexo es lo mas hermoso de la vida y si se practica de común acuerdo con la pareja se pueden realizar muchas actividades que enriquecen la felicidad
Hola, buen artículo. Si os aporta, he creado esta web a modo de diario, donde iré relatando mis conocimientos y experiencias con la sexualidad, compartiendo con vosotr@s todos mis descubrimientos.