Realizar ejercicio físico es un hábito que se puede desarrollar y consolidar en nuestro estilo de vida, ayudándonos a mantener una mejor salud, no sólo física, sino también mental o psicológica.
Mantener un cuerpo sano y un peso adecuado, depende de ciertas características genéticas (que influyen en el metabolismo y la constitución corporal), pero principalmente, depende de aspectos de nuestra conducta, y que, por tanto, están en nuestras manos: nuestra dieta o alimentación y el e
jercicio físico que realizamos. Ambos factores (dieta <<tipo y cantidad de alimento ingerido>> y ejercicio) a su vez, pueden influir en la tasa metabólica, lo que quiere decir, que incluso a través de nuestra conducta, podemos lograr algún cambio en los mecanismos biológicos.
Estos efectos de la conducta sobre los factores biológicos, no sólo se demuestran aquí, sino que recientemente diversas investigaciones han coincidido en demostrar, como a través del ejercicio físico, podemos mantener y mejorar el rendimiento de nuestra memoria. Por lo que parece, el ejercicio físico no sólo repercute de manera positiva sobre la salud física, sino que también contribuye a la salud mental, como ya afirmaba el dicho: ‘Mens sana in corpore sano’.
Ya se conocían algunos de los beneficios psicológicos de la realización de ejercicio (como la mejora del estado anímico o la reducción del estrés y la ansiedad), constituyendo un recurso de gran ayuda en terapia para el abordaje de multitud de problemas (depresión, ansiedad, problemas de sobrepeso…). Los correlatos neuroquímicos (cambios en el cerebro) que conlleva su realización, explican estos beneficios: La liberación de endorfinas (sustancias opiáceas endógenas) provocan intensas sensaciones de placer y bienestar, que favorecen que a medio/largo plazo, las personas cojan gusto a hacer ejercicio, y éste pueda convertirse en un hábito (una vez se supera el período inicial, en que todavía puede resultar costoso). Ahora, los estudios mencionados han descubierto otros cambios neuroquímicos provocados por el ejercicio físico que podrían estar asociados a una mejora de la memoria.
Un estudio realizado con estudiantes universitarios irlandeses les pedía que recordaran los nombres asociados a unas fotografías de gente desconocida. Aquellos que realizaron ejercicio exhaustivo (bicicleta estática) recordaron mucho mejor que aquellos que no hicieron ejercicio. En otro estudio realizado por científicos brasileños se observó que en ratas viejas y sedentarias, a las que se hacía correr durante cinco minutos varias veces a la semana, se activaron los procesos bioquímicos asociados con la memoria, obteniendo puntuaciones en tareas de memoria similares a ratas mucho más jóvenes. La revista ‘Neuroscience’, publica resultados similares, obtenidos por un grupo de investigadores de California.
La explicación de esta mejora del funcionamiento mnésico se halla en la activación de una molécula denominada BDNF (factor neurotrófico derivado del cerebro), que se produce como resultado de la realización de ejercicio físico. Lo más interesante de todo es que dicha activación se produce también a edades muy avanzadas, lo que ofrece grandes posibilidades para la prevención del declive neurológico en la población adulta y sobre todo, en la tercera edad y en las personas afectadas ya por alguna pérdida de memoria. En los primeros casos, el ejercicio físico se puede utilizar como una herramienta preventiva antes de que el declive de las funciones mentales se produzca, y en los últimos, como estrategia para evitar un declive mayor, manteniendo las funciones en buen estado durante mucho más tiempo.
La memoria es una de las capacidades más importantes para el adecuado funcionamiento cotidiano y la correcta adaptación a nuestro entorno. Experimentar que no somos capaces de recordar las cosas como antes son algunos de los primeros signos de preocupación, pues son síntomas que asociamos al envejecimiento y a la pérdida funcional. Por estas razones, conservar la memoria se convierte en algo importante (y más en una sociedad en la que cada vez las personas llegamos a edades más avanzadas), en lo que además tenemos cierta capacidad de control.
Cuidar nuestra salud física y mental está en nuestra mano. El comportamiento tiene un efecto en las variables biológicas, por lo que a través de nuestra conducta y de nuestros hábitos de vida podemos hacer cosas para mantenernos más sanos a nivel físico e intelectual. Nuestra calidad de vida depende de nosotros y de lo que hagamos.
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