Hablando de Adicciones

A menudo la palabra adicción se asocia a la existencia de una enfermedad. Solemos creer que la persona adicta es una persona enferma, pues entendemos que es incapaz de controlar su conducta, y es dependiente del objeto de adicción. Sin embargo, esto es una idea errónea que trataré de aclarar aquí. Las adicciones no son enfermedades, sino trastornos del comportamiento, como se clarificará a continuación.

Las adicciones son problemas del comportamiento

Las adicciones no son enfermedades como tal, es decir, no son causadas por un agente patógeno que de repente aparece y provoca síntomas en nuestro organismo, los cuales desaparecerían si se administrase un remedio contra aquello que es causante de la enfermedad.

Las adicciones no son ajenas a nuestro comportamiento. El desarrollo de una adicción (ya sea a una sustancia <<ej. Una droga>> o a una actividad <<ej. El sexo, el ejercicio físico>>) depende directamente de lo que nosotros hagamos, de la forma en que interactuemos con el objeto de adicción (con qué frecuencia y en qué cantidad consumamos algo, o con qué frecuencia y en qué intensidad realizamos una actividad). La superación de una adicción también depende directamente de nuestro comportamiento, pues se tratará inevitablemente de realizar cambios en nuestra conducta; cambios que harán posible reducir la dependencia hacia el objeto de adicción y desarrollar en su lugar formas alternativas (y más adecuadas) de llenar ese tiempo y obtener gratificación.

El que el cerebro de una persona adicta sufra cambios neuroquímicos como consecuencia de los comportamientos adictos (la realización de actividades o el consumo de sustancias), no significa que estos cambios sean la causa de la “adicción” y menos aún de una “enfermedad”, sino más bien, el producto de la realización frecuente y repetitiva de determinadas actividades (ej. Práctica de sexo, realización de ejercicio…) o del consumo excesivo de ciertas sustancias (ej. Alcohol, drogas, alimentos calóricos…). Todo lo que hacemos implica cambios en los neurotransmisores cerebrales y en nuestro organismo, incluso el simple acto de sonreír. Es por tanto comprensible que el consumo reiterado de una droga o la realización masiva de ejercicio, también los produzca, y de manera más estable y duradera. El que un comportamiento sea difícil de eliminar (como es el caso de una adicción) tampoco lo establece como enfermedad (pese a que dicho comportamiento implique cambios en el organismo), simplemente quiere decir que aquellos comportamientos que han sido muy repetidos y sometidos a una gran intensidad de refuerzo, quedan muy consolidados y se hacen muy resistentes a su eliminación (pues se hace muy difícil resistirse al refuerzo que reportan y al grado de automaticidad que han adquirido).

Para entender un poco más cómo funciona una adicción, por qué decimos que se trata de un problema psicológico (lo que es equivalente a decir que es un problema comportamental) y por qué se producen cambios neuroquímicos en el cerebro, hay que esclarecer qué es una “adicción”.

Qué es una adicción

Las adicciones se pueden desarrollar tanto hacia sustancias (drogas, bebidas, comidas…), como hacia actividades (sexo, ejercicio…) o incluso hacia personas (ej. Convertirnos en absolutamente dependientes de una persona).

Decimos que existe una adicción cuando detectamos ciertas características en el comportamiento de la persona en relación al objeto adictivo:

1. El objeto de adicción genera tolerancia y dependencia: cada vez es necesario incrementar la frecuencia, cantidad e intensidad con la que experimentamos el objeto adictivo (más sustancia, más tiempo de ejercicio, más cantidad de comida…), pues a igual intensidad del mismo, éste ya no reporta tanta satisfacción: Se ha producido una habituación que exige por nuestra parte un cambio en el comportamiento: Aumentar nuestra tasa de conducta.

2. Aparece el Síndrome de Abstinencia: El consumo de sustancias adictivas o la realización de actividades que son objeto de adicción produce en nuestro organismo unas consecuencias agradables. Esto tiene la contrapartida de que cuando se nos priva del objeto adictivo, nuestro cuerpo también lo nota, tanto a nivel neuroquímico (por el tipo de hormonas que se segregan cuando estamos en contacto con el objeto de adicción), como a nivel psicológico (al haber adquirido un hábito de consumo, cualquier modificación en dicho hábito se notará y resultará costoso de mantener, pues todos los estímulos asociados con dicho hábito generarán la necesidad de consumir la sustancia o de realizar la conducta adictiva). El Síndrome de Abstinencia mantiene la conducta de dependencia hacia el objeto de adicción y nos lleva a lo siguiente:

3. La persona cada vez dedica más tiempo al objeto adictivo y reorganiza su vida en torno a él, convirtiéndose éste en el centro de su vida y atención: Por ejemplo, la persona reduce el tiempo que pasa con los amigos por irse al gimnasio a hacer deporte; llega más tarde a casa después del trabajo por irse al bar a tomarse unas copas antes; llega tarde a una reunión, porque la noche anterior estuvo de fiesta y tomando drogas…

 

No obstante, es importante establecer diferencias entre algo que se hace con bastante frecuencia, pero que no escapa al control de la persona, y algo que se le empieza a ir de las manos y a resultar problemático.

Cómo se inicia la adicción

Tenemos que tener en cuenta que todo lo que genera adicción en una persona es porque en un primer momento se ha experimentado como gratificante. El contacto con la sustancia o con la actividad a la que ahora nos consideramos “adictos” nos es muy placentero, por las consecuencias positivas que ello tiene: Los cambios neuroquímicos que nos provoca (ej. Efectos de la droga tras su consumo, liberación de endorfinas al hacer deporte o consumir alimentos que nos gustan…) y otras consecuencias positivas que experimentamos en nuestro entorno (ej. Al consumir una droga nos podemos sentir más sueltos a la hora de interactuar socialmente, podemos pasarlo mejor cuando salimos, nos olvidamos de los problemas; cuando hacemos deporte podemos empezar a vernos más guapos y atractivos, recibir mayor aprobación social, ligar más, sentirnos más saludables…).

Estos efectos positivos aumentan la probabilidad de que volvamos a repetir esa conducta (el consumo o la actividad) y con el tiempo, podemos empezar a dedicarle más y más tiempo (pues al fin y al cabo, nos reporta bienestar). Al final ésta puede convertirse cada vez en más necesaria y poco a poco podemos ir reestructurando nuestra vida en torno al objeto de adicción, dejando de lado otras fuentes de refuerzo y convirtiendo la adicción en lo más importante para nosotros.

Progresivamente, vamos perdiendo capacidad de control sobre nuestro comportamiento y lo que en un principio generaba satisfacción y bienestar, empieza a generar cada vez más malestar y problemas asociados.

Cuándo se convierte en un problema

Como ya se ha explicado, no todo lo que se realiza con frecuencia e intensidad tiene por qué ser catalogado de “adictivo”, mientras no escape al control de la persona y mientras la no realización no genere malestar significativo. Podemos hacer algo frecuentemente, pero mientras exista cierta flexibilidad y aquello no nos “ate”, no será problemático. Sólo hablaremos de adicción cuando se den las características antes comentadas y la vida de la persona empiece a ser controlada por el objeto adictivo, pasando éste a generar más inconvenientes que beneficios.

Generalmente estaremos ante un problema cuando el motivo principal del consumo o de realización de la actividad, ya no es buscar las consecuencias positivas, sino primordialmente, tratar de evitar el desagrado que provoca la abstinencia (la privación provoca en la persona un estado que resulta sumamente desagradable y que la persona busca eliminar volviendo a consumir o realizando la actividad). Esto es lo que mantiene a la persona “atada” al objeto adictivo, y le hace percibir una pérdida de control sobre su conducta, sintiéndose a merced del objeto de adicción. A esto se une la frecuente aparición de problemas en otros ámbitos de la vida de la persona (familia, trabajo, amigos), pues al haberse convertido la adicción en el centro de la vida de la persona, ésta ha podido dejar de lado otras facetas importantes.

Tratar de ponerle solución

Salir de un problema de adicción no siempre es fácil y en muchas ocasiones el proceso tiene idas y venidas, pero se trata de una meta posible, sobre todo si se cuenta con voluntad y ayuda.

El objetivo será modificar el patrón de comportamiento que actualmente mantiene la persona en relación al objeto de adicción, de manera que se llegue a cambiar el hábito existente. Durante ese proceso habrá que hacer frente a la Dependencia Física (restablecer los cambios neuroquímicos que ha generado la droga) y a la Dependencia Psicológica (hacer que todos los estímulos asociados con el consumo o la actividad pierdan el poder de despertar las ganas y necesidad de consumir o realizar la conducta adictiva). Por lo general, la dependencia física se corrige pronto, pero la dependencia psicológica puede llevar mucho más trabajo pues habrá que modificar probablemente las rutinas de vida de la persona (que han girado en torno a la adicción) y proporcionarla fuentes de refuerzo alternativas… lo que no siempre se hace fácil, sobre todo cuando su contexto y relaciones se han establecido en torno a la adicción.

 

Otras entradas relacionadas:

Adicción a las Drogas: ¿Por qué se inicia y se mantiene el consumo?

 

 

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Acerca de Miriam Rocha Díaz

Psicóloga Colegiada: M-24220. Trabajo como psicóloga de Adultos, Adolescentes y Niños en ITEMA (Instituto Terapéutico de Madrid) y soy tutora del Máster en Terapia de Conducta del mismo centro. Para más información, consultar: Datos de Contacto: Teléfono ITEMA (Instituto Terapéutico de Madrid): 914357595 Email Profesional: rochadiaz.m@gmail.com Web ITEMA: http://www.itemadrid.net/ Más datos sobre mi: Licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid y Máster en Terapia de Conducta en ITEMA (Instituto Terapéutico de Madrid). He colaborado en diferentes líneas de investigación en los Departamentos de Psicología Biológica y de la Salud y Psicología Social de la UAM.
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