El Disulfiram es un fármaco que se comercializa y prescribe frecuentemente para el tratamiento de los problemas de alcoholismo crónico debido al efecto que provoca su interferencia con los procesos de metabolización del alcohol. También se ha recetado para los problemas de cocainomanía, pues también interfiere en la metabolización de la Dopamina, provocando grandes concentraciones de este neurotransmisor en el cerebro, que acarrean intensas sensaciones de ansiedad, inquietud, presión arterial…
¿Cómo actúa el Disulfiram?
Durante el proceso de metabolización del alcohol intervienen varias enzimas que lo van transformando progresivamente en sustancias cada vez más inocuas para el organismo, hasta convertirse finalmente en Ácido Acético, cuyo efecto es neutro para el cuerpo. Bajo la ingesta de Disulfiram, todo este proceso metabólico queda alterado, impidiéndose la metabolización del acetaldehído (una de las sustancias de transformación intermedias), el cual es tóxico para el organismo y el responsable de los síntomas de la resaca.
Al estar bajo tratamientos con Disulfiram, la persona consumidora de alcohol experimenta un grave aumento de la concentración de Acetaldehído ante la ingesta de etanol, lo que se traduce en la experimentación de unos síntomas similares a la resaca de gran intensidad, que aparecen a los 5-10 minutos de la ingesta y que se pueden prolongar durante horas, debido a la lenta metabolización del disulfiram. El intenso malestar que provocan estos síntomas (entre los que se encuentran: taquicardia, respiración entrecortada, náuseas y vómitos, rash cutáneo…) pretende funcionar para aquellas personas motivadas a abandonar el alcohol, como disuasor de la ingesta. No obstante, el disulfiram no “cura” el alcoholismo, sino que funciona como una ayuda en el tratamiento de los problemas de adicción, al permitir poner en marcha procesos de aprendizaje por condicionamiento clásico y operante.
¿Por qué funciona el Disulfiram?
Cuando se ingiere alcohol bajo el tratamiento con Disulfiram, rápidamente se experimenta un intenso malestar, de manera que a través de un proceso de aprendizaje asociativo (por Condicionamiento Clásico), el alcohol se asocia a esos síntomas de malestar intenso, reduciéndose progresivamente su asociación a los efectos positivos que pudiera tener la sustancia para la persona (efectos desinhibitorios, estados de felicidad y despreocupación, desconexión con los problemas y circunstancias vitales, facilitación de la interacción social, reducción de los síntomas de abstinencia en muchos casos de consumo crónico…). Cuando un estímulo de carácter positivo se asocia reiteradamente con una respuesta de carácter aversivo (como es la provocada por el Disulfiram), el primer estímulo empieza a adquirir carácter negativo y a desencadenar progresivamente respuestas de evitación, en lugar de respuestas de aproximación.
Aprendemos a evitar aquello que nos provoca desagrado a través de un proceso de aprendizaje por consecuencias (Condicionamiento Operante). Tras varias experiencias de ingesta de alcohol seguidas de episodios de malestar tremendamente intensos, cada vez nos sentimos menos motivados a consumir alcohol (anticipando el malestar que podemos llegar a experimentar) y más dispuestos a evitar su consumo. El resultado del proceso es doble:
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Por un lado aprendemos a evitar el consumo de alcohol para huir de las consecuencias aversivas que conlleva.
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Por otro lado el alcohol termina perdiendo su valor positivo (como sustancia deseable) pasando a adquirir un carácter negativo (por el sufrimiento y el malestar que lleva asociado).
Como vemos, la pastilla en sí misma no cura nada, pues además el alcoholismo no es ninguna enfermedad, sino un problema de comportamiento que ha alcanzado un carácter “adictivo”. No se debe confundir el que algo tenga consecuencias físicas con que su causa sea física. En este caso, el alcoholismo tiene consecuencias para el organismo, pero no tiene una causa orgánica, sino que los problemas de adicción al alcohol son el resultado de un proceso de aprendizaje en el que se va incrementando progresivamente la ingesta de alcohol debido a las intensas gratificaciones y consecuencias positivas que experimenta la persona en las primeras etapas del consumo; posteriormente, cuando el consumo es abusivo y frecuente, la conducta de beber se mantiene para evitar el síndrome de abstinencia. Lo que permite la pastilla es funcionar como instrumento para poner en marcha procesos de aprendizaje por condicionamiento clásico y operante, gracias a las respuestas que su principio activo provoca en combinación con la composición del etanol (alcohol).
No obstante, para que este tratamiento resulte realmente efectivo es preciso que se acompañe con una intervención psicológica que permita dotar a la persona de recursos de afrontamiento para su problema, que le ayuden no sólo a superar la fase de desintoxicación, sino sobre todo, a superar la fase de deshabituación, con el fin de superar la dependencia psicológica de la sustancia, que es la más duradera y problemática, y la responsable de la mayor parte de las recaídas. Así mismo, es de vital importancia trabajar con la persona la prevención de recaídas y la anticipación de situaciones de riesgo. La pastilla funciona en el global de la intervención como un método disuasor que favorece el control de la conducta de beber, pero que en ningún caso enseña habilidades de afrontamiento ni conductas de manejo alternativas. Éstas tendrán que ser trabajadas por otros medios como la terapia.
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Gracias por su información.
Me ha servido
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