En posts anteriores hablábamos sobre los celos y cómo se desarrollan, pero es importante aclarar algo que no siempre está claro cuando hablamos de “celos”: La diferencia entre los “celos normales”, que se podrían considerar una respuesta natural e incluso adaptativa en ciertas situaciones y los “celos patológicos”, que se convierten en un problema que genera mucho malestar.
Suele pensarse que sentir celos es algo normal cuando quieres a alguien. Es más, a veces se piensa que si la pareja no siente celos es que no nos quiere. ¡¡Nada más lejos de la realidad!! Querer a alguien es algo muy diferente a los celos, y desde luego, no tiene nada que ver con vivir inseguros respecto a la fidelidad del otro o con intentar controlar todo lo que hace. El amar tiene más que ver con la confianza y con el respeto.
Los celos adaptativos son una respuesta normal y comprensible que puede aparecer en cualquier relación en la que entran en juego sentimientos hacia otra persona. Estos celos consistirían en ciertos temores de baja intensidad o malestar ante retirada de atención o la anticipación de la pérdida de la persona querida (un padre, una pareja, un amigo). Si esa atención se presta a otra persona, es posible que experimentemos cierto nivel de celos o envidias. Pero de ese temor normal a la posible pérdida de un ser querido a elucubrar historias al respecto y poner en marcha acciones para evitar y controlar que eso ocurra, hay un trecho. Por ejemplo, podría ser comprensible que si nuestro mejor amigo empieza a dedicarnos menos tiempo a nosotros y más tiempo a su nueva novia nos sintamos mal; Igualmente puede ser normal que un niño pequeño que acaba de tener un hermano sienta celos cuando sus padres se vuelcan en el nuevo hermanito y el ya no recibe tanta atención como antes. Los ejemplos anteriores se convertirían en un problema si empezamos, por ejemplo, a tratar de controlar a nuestro amigo, impedirle que vea tanto a su novia, montarle broncas constantes o permitimos que su distanciamiento nos afecte en exceso; o si el niño pequeño empieza a actuar de manera agresiva con su nuevo hermano o a portarse mal para llamar así la atención de los padres.
Por su parte, los celos patológicos constituyen un problema, pues se trata por definición de miedos y temores infundados, producto de las interpretaciones distorsionadas y de los intentos de control de una de las partes de la pareja (o de ambas partes). Si hubiera alguna prueba, dato o sospecha de infidelidad con base real, no se podría hablar de un problema de “celos” sino de una respuesta totalmente justificada que refleja el miedo real y el dolor a la pérdida de una fuente muy importante de bienestar, como es la pareja (una persona a la que se han asociado una gran cantidad de emociones positivas, fruto de las experiencias y bagaje compartido). En el momento en que existen evidencias más o menos claras de una infidelidad, cuando la infidelidad ha sido constatada o cuando la otra parte quiere dar por terminada la relación, es normal y comprensible que aparezcan un conjunto de emociones negativas como podrían ser el dolor, la tristeza e incluso la rabia y la ira, así como ciertos sentimientos de envidia, si en la relación se ha entrometido otra persona.
Pero incluso en el caso de que la pareja nos haya dejado por otra persona es necesario diferenciar entre “celos” considerados normales (envidias surgidas de la comparativa realizada con la tercera persona, dolor normal por el fin de la relación, decepción por el engaño y el quebranto de la confianza) y “celos” problemáticos (cuando esas emociones inicialmente normales se mantienen durante un periodo de tiempo excesivo o producen un malestar tan intenso que nos impide seguir con nuestro funcionamiento cotidiano normal, sin poder sobreponernos a ello).
¿Es posible superar los celos?
Debemos insistir que cuando hablamos de celos, estamos hablando de un conjunto de comportamientos aprendidos que la persona realiza porque le resultan útiles para lograr ciertos fines: reducir su miedo a perder a la pareja a través de intentar controlar los movimientos de ésta.
Éste es un modo inadecuado de ganar confianza en la pareja y a la larga puede provocar justo lo contrario a lo que se busca: la ruptura de la relación, que la pareja mienta u oculte información para tratar de escapar a los intentos de control… No obstante, en la medida en que se trata de una forma de vivir y manejar las relaciones de pareja que, aunque inadecuada y dañina, ha sido aprendida a lo largo de la vida y las experiencias sentimentales, es posible aprender a manejarlas de otro modo: aprendiendo a controlar las interpretaciones irracionales y a sustituirlas por otras más realistas, eliminar los intentos de control sobre la pareja, potenciar la conversación con la pareja, enseñar estrategias para el control de la ansiedad… Puede ser una tarea difícil, pero no imposible, y a la larga, va a reportar mucha más gratificación para los implicados, al permitirles disfrutar más de la relación de pareja (sin miedos), forjando así relaciones de mayor calidad y basadas en la confianza (en lugar de en la duda) y en la implicación mutua, pero en positivo. Los problemas de celos son un motivo de consulta habitual en las clínicas psicológicas, una medida que puede ser de gran ayuda cuando el problema no está pudiendo ser manejado por la persona o pareja.
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