Si un psicólogo (normalmente de la corriente Conductual o Cognitivo-Conductual) te habla de “Análisis Funcional”, aquí tienes cinco claves para entender a qué se refiere:
1. Es un instrumento explicativo: El Análisis Funcional equivale a la explicación del problema en términos científicos. Contempla cómo se han desarrollado (aprendido) los comportamientos problemáticos y, lo más importante, por qué se están manteniendo a día de hoy. Contempla también un conjunto de variables (variables disposicionales) que influyen en la aparición o mantenimiento del problema, que no son la causa, pero sí unos facilitadores (una especie de “caldo de cultivo”).
2. Aporta rigurosidad la labor clínica: Es la principal herramienta que tenemos los psicólogos para explicar en términos científicos el comportamiento de las personas: Lo que hacemos, lo que pensamos, nuestras reacciones emocionales…
3. Orienta la intervención y aumenta su eficacia: En el ámbito clínico es de vital importancia saber hacer un buen análisis funcional de los comportamientos problemáticos de la persona que acude a terapia para, en base a ello, establecer los objetivos de intervención y seleccionar las estrategias y técnicas adecuadas para modificar esas conductas e instaurar otras más adaptativas. Sin una comprensión funcional del problema el psicólogo podría caer en dar “palos de ciego” durante la intervención y no dispondría de ninguna guía que seguir ni ningún criterio objetivo que le permita valorar las mejoras de la persona o darla el alta.
4. Tiene base científica: Lo que las personas hacemos, pensamos y sentimos puede ser explicado por unos Procesos de Aprendizaje que han sido demostrados experimentalmente. Conociendo dichos procesos podemos explicar cualquier comportamiento humano, sea problemático o no.
5. Resulta más explicativo, útil y menos estigmatizante que una “etiqueta” diagnóstica: Los diagnósticos son descripciones globales del problema de una persona. Dicen en qué problema “encasillarle” (ej, ansiedad, depresión…), pero no explican qué es lo que le pasa concretamente a la persona y por qué. Por tanto, resultan poco útiles para entender el problema y para planificar su intervención y además favorecen la pasividad y la indefensión: La persona se identifica como “ansiosa” o “depresiva” sin comprender que esos estados dependen de cosas que ella hace, de cómo está afrontando las cosas. Si la persona no sabe qué cosas le llevan a sentirse ansiosa o depresiva, sentirá poco control sobre el problema y poca capacidad para solucionarlo. El Análisis Funcional, a diferencia de la etiqueta, establece qué comportamientos específicos son los problemáticos, cómo se han originado y por qué se mantienen. Permite a la persona conocer qué cosas está haciendo que le hacen sentir mal y al psicólogo explicar qué debe hacer para modificarlas.
Si quieres ampliar información: El Análisis Funcional de la Conducta: La clave de la Intervención Psicológica
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