Las rutinas son esenciales para la educación y desarrollo de los niños desde el momento en el que nacen. Ellos inicialmente no conocen el orden de las cosas, por lo que somos los adultos y figuras de autoridad, quienes debemos enseñarles a organizar su vida.
Para ello, desde los primeros días de vida se repiten rituales que ayudan a que el niño vaya asimilando un esquema que hace su mundo más predecible y seguro. Primero aprenderán los tiempos de sueño y alimentación y, poco a poco, con nuestra ayuda irán adquiriendo otras rutinas muy necesarias para una buena socialización y desarrollo. Por ello es tan importante el papel de los adultos a la hora de fijar el cómo y el cuándo se hacen las cosas.
Beneficios de las rutinas
- Aportan seguridad y sensación de control sobre el entorno: Establece para los niños un orden en su día y les ayuda a predecir y saber qué esperar.
- Ayudan a desarrollar destrezas y hábitos: Con la repetición algunos comportamientos se perfeccionarán y otros se convertirán en hábitos que se realicen de forma automática, reduciendo su coste.
- Reducen los conflictos en casa: Al establecer unas dinámicas o normas que es preciso aceptar y cumplir existirán menos fuentes de tensión.
- Favorecen la independencia y la responsabilidad: Gracias a un progresivo traspaso de control hacia el menor sobre los comportamientos aprendidos, se le irá proporcionando autonomía. Comprobar que pueden ir haciendo cada vez más cosas por sí mismos puede ser muy satisfactorio para ellos.
- Incremento de la autoestima y confianza en sí mismo: Al constatar sus capacidades y autonomía, a medida que vamos depositando confianza en ellos.
- Sentimiento de utilidad: Al sentirse de ayuda para nosotros cuando delegamos tareas.
- Beneficia la salud física, psicológica y emocional: La estructuración de horarios y rutinas (comer, dormir a las mismas horas…) es clave para un correcto desarrollo físico y psicológico.
- Favorecen la obediencia: La creación de rutinas evitará que tengamos que repetir las instrucciones una y otra vez. Son una buena alternativa para que obedezcan porque favorecen la automatización de los protocolos y normas de actuación fijadas, y más si les implicamos en el establecimiento de las rutinas (más abajo te doy las claves).
- Reduce el nivel de estrés de padres o figuras de autoridad: Al proporcionar una estructura y reglas se mejora el comportamiento de los niños, se evita el caos y se reducen los conflictos.
¿Cómo y cuándo fijar rutinas?
Las rutinas no solo ayudan al bebé a organizar y comprender su entorno desde su llegada al mundo, además nos ayudan a los adultos a organizarnos. Éstas deben irse fijando desde el principio. Los bebés aprenden a dividir el día en fases y para ello se sirve de señales externas como el día y noche y actividades como comer y dormir. Seguir una rutina y horarios les ayudará a estructurar su vida y ritmos circadianos. Se empezará desde lo más básico (la alimentación y el sueño, que inicialmente se establecerá en base a sus necesidades, para luego irlo ajustando a ritmos cada vez más parecidos a los adultos). A medida que vayan creciendo se pueden ir introduciendo rutinas más diversas y complejas, ajustadas a su edad y a las necesidades del contexto (familia, escuela…).
Principales rutinas a implantar:
- La comida: Ayudará a ir organizando su día. Se pasará de comer a demanda a ir estableciendo unos horarios cada vez más parecidos a los del adulto, y a ser posible, fijos.
- El baño: Además de ser una actividad relajante, puede señalar que después toca irse a dormir.
- El sueño: los bebés y niños necesitan dormir más. El sueño permite fijar los aprendizajes y tener el cerebro preparado para seguir aprendiendo.
- La higiene: Los hábitos que se instauran desde niños son más fáciles de mantener; por contra los hábitos no adquiridos son más difíciles de instaurar a posteriori. Es por ello que enseñar hábitos para una correcta higiene será de vital importancia y nos aseguraremos de que, en adelante, formen “parte de ellos”, y los realicen de forma automática.
Cómo implantar rutinas:
- Fija las señales: Establece aquellos estímulos que determinen el inicio del hábito o rutina y procura que sean siempre las mismas (Ej. Poner el babero indicará que llega el momento de comer; Terminar de comer puede indicar que toca ir a lavarse los dientes…)
- Constancia: Sobre todo al principio es importante que todo se haga de la misma manera y se repita igual durante un tiempo.
- En positivo: Plantéalo siempre como una actividad agradable, buena y positiva… No lo hagas ver como un castigo o algo costoso.
- Participativo: Puedes involucrar al niño en el aprendizaje de rutinas pidiéndole que sea él mismo quien describa cómo y cuándo debe hacer ciertas cosas. Para ello en Guía Infantil, nos proponen la realización de una “tabla de rutinas”.
- Siéntate con tu hijo y explícale que vais a crear una tabla de rutinas para determinada actividad (ej. Lavarse los dientes). Pídele que te diga qué cosas suele hacer antes y durante dicha actividad.
- Enumera y ordena los pasos: Haz un listado conciso contemplando aquellas pasos adecuados para implementar la rutina y el orden que deben seguir (eliminando aquello que no sea procedente).
- Crear una cartulina: Propón a tu hijo crear la tabla de rutina en una cartulina. Se pueden usar pegatinas, dibujos recortes… que representen los pasos a dar y lo hagan más visual y divertido.
- Colocar a la vista: Pon la cartulina en un lugar visible para el niño y remítele a seguirla durante la fase de aprendizaje.

Imagen de Guía Infantil
¿Y qué pasa en vacaciones?
Hay momentos en que seguir las rutinas del día a día se hace más complicado. Un ejemplo de ello son los períodos vacacionales. Durante éstos, el cambio de horarios y ritmos de actividad y la mayor flexibilidad en las normas pueden tener algunos efectos negativos:
- Alteraciones del sueño, peor descanso y afectación del humor (mayor irritabilidad, estar más protestones y quejicas…)
- La mayor laxitud favorece conductas de desobediencia cuando se realiza una petición. Retomar las rutinas resulta más costoso cuando se desacostumbran a realizarlo.
- Facilita el aburrimiento y la inquietud cuando no se tiene muy claro cómo ocupar el tiempo (y no han desarrollado la creatividad y recursos para ello).
- Posible aumento de los conflictos intrafamiliares al no estar las normas tan claras. El niño puede abusar de esa mayor flexibilidad y tensar la cuerda para salirse con la suya, con la consiguiente pérdida de paciencia de los padres, los roces entre hermanos….
Por estas razones, incluso en vacaciones, debemos seguir imponiendo una mínima disciplina y rutinas básicas, aunque es igualmente importante que seamos algo más flexibles con ellas.