Cuando los niños están aprendiendo a hablar, progresivamente van incorporando a su vocabulario numerosas palabras, que en muchos casos van utilizando sin conocer muy bien su significado, pero las cuáles van siendo aprendidas e incorporadas en la medida en que su entorno va reforzando su utilización y corrigiendo su aplicación (indicando el significado de las mismas y en qué contextos o ante que discriminativos es correcto utilizarlas).
Las palabrotas forman parte del vocabulario que los niños empiezan a escuchar cuando van participando en nuevos contextos y rodeándose de nuevas personas. Del manejo que realicen los padres en los momentos en los que empiecen a escuchar a su hijo decir las primeras palabrotas, va a depender el que su uso se fomente y aumente, o por el contrario se reduzca.
El niño puede aprender palabrotas por dos vías:
1) Por contacto directo con ellas en el propio hogar, lo que implicaría que su propio contexto cercano está actuando como modelo del uso de ese tipo de comportamiento verbal, que el niño imita.
2) Por contacto con ellas en otros contextos diferentes al hogar, donde el niño también escucha a otros decir estas palabras que le parecen curiosas o ve que generan ciertas reacciones “interesantes” en los que las escuchan.
Cuando el niño escucha a otros decir una palabrota, observa también las reacciones que el entorno tiene ante ellas. Estas reacciones pueden despertar el interés del niño, (pues el uso de una palabrota no suele pasar inadvertido para el entorno) y querer ponerlas a prueba, como hace y ha hecho con otras muchas palabras que ha ido incorporando. Puede un buen día llegar a casa y decir la palabrota y en este momento, la reacción que provoque en su entorno, será importante para controlar el futuro uso de la misma.
Si los padres refuerzan de alguna manera el uso de la misma, sonriendo, riendo lo que su hijo acaba de decir, bromeando al respecto… incluso aunque se le instruya para su no uso, estaremos sin quererlo, favoreciendo que la emisión de palabrotas se vuelva a repetir. Es verdad que al niño se le ha dicho que decir palabrotas no es adecuado, pero por otro lado, el niño ha visto como su entorno le ha reído la gracia, ha bromeado al respecto y ha despertado sonrisas, atención e interés en los otros… ¡Parece que compensa volver a hacer la gamberrada!
Qué sería lo correcto en estos casos
- Evitar reforzar de cualquier modo la emisión de palabrotas desde el primer momento en que las empezamos a escuchar en nuestros hijos: No atendiendo especialmente este tipo de emisiones ni mostrando actitudes positivas. (Para favorecer comportamientos adecuados debemos atender y reforzar estos y no atender ni reforzar aquellos que queramos eliminar).
Funcionar como buenos modelos de conducta, evitando que nuestros hijos observen en nosotros aquellos comportamientos que no queremos fomentar: Si no queremos que digan palabrotas debemos ser los primeros que no las digamos.
- Explicar claramente que hay palabras cuyo uso no es adecuado, y que, pese a que las escuche decir a otras personas, él no debe utilizarlas.
Los padres tenemos mucho que decir en la educación de los hijos siendo sus modelos de comportamiento y favoreciendo lo que nos interesa que aprendan. Una intervención temprana cuando empezamos a detectar comportamientos que no nos gustan podrá prevenir que estos se establezcan como un hábito.
A continuación un breve vídeo en el que Eduard Estivill explica claramente lo aquí tratado
Las palabrotas a pesar de que, en principio, la mayor parte de las familias las rechazan es cierto que llegan a la incongruencia de reforzarlas. Es comprensible el hecho de mirar a un pequeñín diciendo alguna y que sea complicado reprimir la risa, pero es algo muy importante. Es sencillo ver lo bien que funciona el refuerzo, habrá ejemplos en todas las áreas de la vida. Mismamente cuando se tropiezan sin querer, resulta gracioso porque no se hacen daño, y lo vuelven a repetir una y otra vez buscando de nuevo escucharnos reír y concederles nuestra atención. Por lo tanto la ausencia de respuesta será suficiente para que no les parezca interesante repetirlo. El problema está en que fuera sí vea reforzada esa conducta… por ello debemos contar con el mayor apoyo en la educación de nuestros hijos. Como es imposible que todo el mundo nos ayude en nuestra tarea educativa, será importante darle nuestra opinión y valoración, como bien se muestra en el texto, sobre los comportamientos que no queremos y, sobre todo cuando adquieran mayor edad, el porqué.