La alianza entre la psiquiatría y la industria psicofarmacológica: Reflexión sobre la entrevista a Daniel Carlat (Psiquiatría y Psicofarmacología Parte 1)

Os propongo la lectura de un interesante artículo, en el que Daniel Carlat, psiquiatra de profesión hace una reflexión crítica sobre su propia disciplina y la alianza establecida con la industria farmacéutica, explicando las causas y consecuencias de la incorporación de los psicofármacos en la psiquiatría. Según comenta, se evidencia desde hace años una constante incorporación de nuevos trastornos mentales en cada edición del DSM (manual de la Asociación Americana de Psiquiatría que establece los criterios de diagnóstico para todos los trastornos mentales), y un increíble aumento de diagnósticos de enfermedad mental, con el consiguiente uso generalizado e indiscriminado de psicofármacos para “curarlos”.

El autor explica cómo la psiquiatría evolucionó de un modelo explicativo basado en el psicoanálisis y en la existencia de traumas inconscientes a un modelo biologicista, basado en la hipótesis del desequilibrio químico, en un intento de equiparar la psiquiatría al resto de especialidades médicas, y establecerse así como una especialidad con base científica. Siguiendo esta línea, el DSM (manual de diagnóstico) se reformuló en base a este modelo, pasando a definir los trastornos mentales en base a un determinado número de síntomas, que de ser cumplidos, facilitarían a los psiquiatras el diagnóstico y la asignación del fármaco apropiado. De hecho, Carol Bernstein, presidenta de la APA el año pasado, lo reconoció al decir: «fue una medida necesaria en la década de 1970» (…) «para facilitar la concordancia diagnóstica entre los médicos, científicos y autoridades reguladoras, dada la necesidad de ajustar los pacientes a los tratamientos farmacológicos de reciente aparición».

Bajo este nuevo paradigma de la psiquiatría biologicista, los psiquiatras dejaron de interesarse por la vida y circunstancias de las personas (desde un marco psicoanalítico), para centrarse en la identificación de síntomas, la asignación de un diagnóstico y la prescripción de un fármaco. Daniel Carlat defiende que este cambio de paradigma estuvo impulsado por ciertos sectores y grupos con intereses económicos en juego, apuntando entre otros a la industria farmacéutica.

El autor describe también como el DSM pasó a convertirse en una especie de “Biblia” que ha extendido su aplicación a diversos campos, entre ellos la psicología (donde lo relevante no sería tanto el diagnóstico y el etiquetado del problema, sino el conocimiento de los factores que lo causan y mantienen para poder intervenir en ellos a través del comportamiento y la actuación sobre el entorno). No obstante, una de las principales críticas realizadas es que ninguna de las conclusiones de este manual están basadas en estudios científicos ni experimentales, sino simplemente en el consenso de sus autores a la hora de fijar los criterios que definen cada diagnóstico.

El papel de las farmacéuticas

 La industria farmacológica no tardó en sacar partido de la nueva perspectiva biológica de la psiquiatría y comenzó a realizar potentes inversiones en la creación de fármacos para los diferentes diagnósticos y en su divulgación entre el sector médico a base de regalos, subvenciones, invitaciones, contratos… que los psiquiatras recibían por recetarles. Un dato relevante para ejemplificar los intereses en juego es que alrededor de una quinta parte de la financiación de la Asociación Americana de Psiquiatría proviene ahora de las compañías farmacéuticas.

La creación de nuevos diagnósticos

Una de las principales consecuencias de la alianza entre la Psiquiatría y la Farmacología ha sido la creación o “aparición” de nuevas categorías diagnósticas, algo que no podría ocurrir en otras especialidades médicas como por ejemplo la Cardiología. Sin embargo, el ámbito de la salud mental es más proclive a ello, pues los problemas mentales se basan en criterios más subjetivos (depende de las vivencias de la propia persona y de lo que su contexto social establezca como normal o patológico, siendo los criterios de normalidad y anormalidad muy variables. Ver: Qué es normal y qué no es normal.). Estos hechos se han reflejado en el incremento de 203 etiquetas diagnósticas entre 1980 y el 2000, y parece que en el DSM V, a punto de salir, el número habría aumentado. En este último manual, se incluirán también el diagnóstico de  “precursores de las enfermedades”, como por ejemplo, «el síndrome del riesgo de psicosis», y para el escándalo y la oposición de muchos profesionales de la salud mental, esta misma semana, se ha tenido conocimiento de que el DSM-V también había propuesto convertir la timidez y la rebeldía en nuevos trastornos mentales.

La situación parece reflejar y al mismo tiempo abocar cada vez más a una patologización y medicalización de los problemas de salud mental, pues desde el momento que un problema se diagnostica como enfermedad, la persona queda etiquetada y además parece verse justificada la asignación de un fármaco. No obstante, éste en la mayoría de los casos, no parece estar solucionando los problemas (como muestran muchos estudios), pues los problemas psicológicos (o mentales) de las personas, tienen en la mayor parte de los casos, la causa en las circunstancias vitales y en la historia de vida de las personas, al margen de que pueda existir un correlato físico (en este caso neuroquímico), pues el cuerpo, “la mente” y el comportamiento, están irremediablemente unidos.

La intervención psiquiátrica de los problemas mentales

En el texto adjuntado se puede leer las críticas de Carlat hacia la profesión psiquiátrica, a la que califica de “estar en crisis” y acusa de pretender dar una imagen pública de aval científico, cuando sus postulados teóricos (la hipótesis del desequilibrio neuroquímico) no han quedado demostrados.

Según manifiesta Carlat en una entrevista, “el trabajo de los psiquiatras consiste en realizar una serie de preguntas a los pacientes sobre sus síntomas para ver si encajan con alguno de los trastornos mentales del DSM”, y añade, que este modo de proceder ofrece «la ilusión de que entendemos a nuestros pacientes, cuando lo único que estamos haciendo es asignarles etiquetas». Puesto que además, muchos síntomas son compartidos por varios diagnósticos, el resultado final es la asignación de múltiples etiquetas a la persona y la prescripción de diversos fármacos (uno para la ansiedad, otro para los problemas de insomnio, otro para el estado depresivo)… sin embargo, volvemos a las mismas: Ninguno de estos fármacos enseña nada a la persona, ni le capacita para solucionar sus problemas, y además provocan síntomas secundarios que en ocasiones generan un problema añadido a la persona, con el que también debe lidiar o para el que se le receta un nuevo fármaco. Otro de los problemas de la medicación es que puede favorecer la dependencia del fármaco y cierto inmovilismo y pasividad de la persona a la hora de tomar las riendas para solucionar su problema.

Consideraciones finales

Como bien explica Carlat, los psicofármacos pueden resultar efectivos en algunos casos, pero lo que hay que evitar es un uso abusivo e injustificado. Ciertamente pueden ser de mucha ayuda en ocasiones y sobre todo si son combinados con intervención psicológica, pero lo ideal sería que su uso fuera lo más limitado posible y durante el menor periodo de tiempo, ya que lo que nunca se debe buscar es que la persona se acostumbre a vivir bajo el uso de un fármaco, sino que éste pueda funcionar como un empuje en un momento dado, al tiempo que se le proporcionan a la persona otros recursos de afrontamiento que le ayudarán no sólo a superar el problema actual, sino a prevenir recaídas y problemas futuros.

La periodista Marcia Angell, en su artículo The Illusions of Psychiatry (Los engaños de la psiquiatría) realiza una reflexión muy interesante:«nuestra dependencia de los psicofármacos, al parecer para todos los sufrimientos de la vida, tiende a cerrar otras opciones. En vista de los riesgos y de la cuestionable eficacia a largo plazo de los psicofármacos, tenemos que hacerlo mejor».

Una gran paradoja con la que Carlat insiste que los psiquiatras deben ser críticos, es a la hora de explicar la eficacia de un fármaco, pues en general, los pacientes dicen experimentar alguna mejoría tras el consumo de la medicación, pero Carlat se pregunta ¿hasta qué punto puede ser esta mejora el resultado de un efecto “placebo activo”?. Sobre este último punto se hablará en una próxima publicación (Los Psicofármacos y el Modelo de Salud Mental en tela de juicio), donde se exponen los resultados de los estudios de Irving Kirsch y una reflexión sobre el modelo de salud mental imperante.

Para finalizar os lanzo esta pregunta propuesta por Daniel Carlat: «si los psicofármacos no son tan buenos como parece -y la evidencia señala que no- ¿qué pasa con los propios diagnósticos? A medida que se multiplican con cada edición del DSM, ¿qué vamos a hacer con ellos?«.

 

**El artículo que os propongo invita a la reflexión sobre el modo de proceder actual en la intervención en salud mental, a través de argumentos basados en datos y desde la experiencia directa de una persona que ejerce la psiquiatría y conoce de primera mano sus limitaciones y todo el negocio montado en torno a ella.

Daniel Carlat: La alianza entre la psiquiatría y la industria psicofarmacológica

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Ver También:

Más Platón y menos Prozac (Por Gala Almazán)

http://www.nybooks.com/articles/archives/2011/jun/23/epidemic-mental-illness-why/

Daniel Carlat (2010). Unhinged: The Trouble with Psychiatry—A Doctor’s Revelations About a Profession in Crisis. Free Press.

Acerca de Miriam Rocha Díaz

Psicóloga Colegiada: M-24220. Trabajo como psicóloga de Adultos, Adolescentes y Niños en ITEMA (Instituto Terapéutico de Madrid) y soy tutora del Máster en Terapia de Conducta del mismo centro. Para más información, consultar: Datos de Contacto: Teléfono ITEMA (Instituto Terapéutico de Madrid): 914357595 Email Profesional: rochadiaz.m@gmail.com Web ITEMA: http://www.itemadrid.net/ Más datos sobre mi: Licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid y Máster en Terapia de Conducta en ITEMA (Instituto Terapéutico de Madrid). He colaborado en diferentes líneas de investigación en los Departamentos de Psicología Biológica y de la Salud y Psicología Social de la UAM.
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2 respuestas a La alianza entre la psiquiatría y la industria psicofarmacológica: Reflexión sobre la entrevista a Daniel Carlat (Psiquiatría y Psicofarmacología Parte 1)

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